Tormenta - Chapter 5 - Black616Roses (2024)

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El mar esa noche estaba en calma, muy diferente al de ese día. Izo, Thatch y Haruta estaban durmiendo dentro, Ace había ofrecido quedarse de guardia, y a pesar de qué tanta poca gracia les daba, acabaron aceptando. La brisa era ligeramente fresca, la luna a "medio comer," como decía Luffy, dejando ver las estrellas tanto como las numerosas nubes. Podía ver algunos peces cercanos si se esforzaba un poco.

Apoyado contra la barandilla empezó a jugar con su pendiente. Vestido nuevamente con uno de los kimonos de Izo miró con ojos vacíos a la nada. Echaba de menos cómo eran las cosas cuando era pequeño. Sin hablar de Sabo, oh Sabo, como echaba de menos a su hermano. Seguramente hubieran acabado en el mismo barco, habría evitado tanta mierda. Sería quien más le molestaría sobre él y Deuce, el que más se divertiría, el que más... todo. Y el viejo dejaría de tener esa expresión cada vez que los miraba a él y a Luffy, como si mereciera todo lo malo que le deparara el mundo. Dadan y Makino también la tenían, pero tenían más culpa y pena que desdicha, por ponerle un nombre.

Una vez recuerda ver a Makino y Dadan llorando por él, era de noche y Makino se había quedado a dormir debido al aniversario de su muerte. No recuerda otra vez que Makino hubiera estado borracha, mucho menos tanto. Dadan y ella estaban rodeadas de quizás demasiadas botellas, con una en cada mano empezadas y llorando hombro con hombro en silencio. Al principio Ace estuvo a punto de ir a por Luffy al ver a Makino en casa, pero después de darse cuenta de cuál era la situación se abstuvo y se quedó un rato mirando. Después volvió a la cama, incapaz de dormir.

Era consciente de qué decía el periódico, que estaba muerto... Sinceramente, se sentía de esa forma. Deseaba que fuera así. Estaría con Sabo, Deuce encontraría a alguien más... tarde o temprano seguramente Luffy y los demás lo superarían con el tiempo. El anciano seguramente se molestaría demasiado con su muerte como para seguir pendiente del dolor de Sabo. Todo sería mejor. ¿No se había Teach técnicamente aprovechado de él? Gracias a eso, había empezado todo ese caos innecesario.

Solo caminaba sin rumbo, no se sentía nada seguro de qué hacer después. Había hecho la primera cosa que le llegó a la mente: huir con su hermano. Sí, huir, porque no tenía ninguna otra palabra. Había hecho para que se viera como un buen y pensado plan, uno seguro para toda la tripulación, pero eso era una mentira. Lo único que quería era irse de ahí y rápido. Había dejado a toda su tripulación en peligro y llevado consigo tres personas que a la mínima podrían apuñalarle por la espalda en nombre de su padre.

Había sido sin notarlo, claro, porque en su mente solo tenía la idea de irse de inmediato, pero era un recordatorio de qué tan poco le importaba morir en esos momentos. O nunca. Los demás lo habían seguido ciegamente, claro. Su capitán había pensado que esas personas eran de fiar, así que se las había llevado con él. Pero eso era mentira, Ace no se fiaba de ellos, si fuera así, los habría dejado cuidando de la isla de la tripulación.

La isla fue también una excusa rápida y barata. Claro que el entrenamiento ayudaría, pero no tanto como ponerlo en práctica en un peligro real, no entre risas con los compañeros. Y no sin un profesor, como lo podrían haber sido Thatch, Izo y Haruta.

También estaba la cosa de Thatch. Él era el más aceptable de los tres, sin embargo, en su desesperación por salir de ahí cuanto antes, Ace había estado a punto de irse sin él varias veces. De echar los preparativos por la borda y escaparse, dejarlos todos atrás y dejar que un bote lo llevara a la deriva hasta la muerte. O tal vez podría retomar ese plan de manera diferente. Podía tirarse al mar en ese momento, los otros tres serían culpados de lo que había pasado, pero realmente no le importaba demasiado. Sin darse cuenta, con ese pensamiento en mente, se acercó más al borde, quizá demasiado. Y cerró los ojos.

El mar era impredecible. Shanks sabía bien esto. Había nacido en el mar, y había crecido en éste. No era de extrañar que un reino tan peligroso atrajera a gente del mismo calibre. El mar era la más maravillosa bendición para todo marinero, era el aire de éstos. Era el terreno de batalla, el lugar de nacimiento, la tumba y la vida de todos. Era el hogar de todo aquel que partiera a mar. La gente que vivía en él era tan cruel como el mar mismo, así como las batallas que se vivían. Al principio crees que lo conoces, que es tu compañero, que puedes incluso superarlo. Pero en el momento en el que te confías, es cuando más cruel és. Shanks sabía qué hogar era la existencia de Barbablanca, no era una persona, sino un símbolo para muchas personas, un hogar, una casa. Sin embargo, el pelirrojo no había pensado nunca que sería tan cruel como el mar en el que vive.

Normalmente no se entrometería, pero conocía a estas personas y la extrañeza del caso era suficientemente peligrosa para darle una excusa. Que Teach estuviera involucrado era malo, pero que hubiera afectado a Ace de esa forma era peor. Aunque el niño no quisiera aceptarlo, era el hijo de su antiguo capitán, y además el hermano de Luffy. Y Luffy era un amigo muy querido para él, más que eso. Si algo le pasara a Ace... y por culpa de ese malnacido... Además, su mente le recordaba, el periodico dejaba fuera tantas cosas. La preocupación le carcomía por dentro.

No solía estar así. Encerrado en su habitación, escritorio lleno de papeles. Quería investigar, saber, qué había sido de Teach, su ruta, su cronología, la de los Barbablanca,... Quería trazarlo todo, pero la escasa y editada información de los periódicos no ayudaban en nada, y no quería llamar a nadie para no alarmar a más gente. El drama de los Barbablanca era suficiente para hacer a la gente nerviosa, que otro yonkou empezara a moverse pondría a todos incluso más tensos.

– ¡C-Capitán! -le habló una voz a través de la puerta-. ¡Siento interrumpirle, pero el barco de Monkey D. Garp se está acercando!

Shanks levantó con clara sorpresa la mirada de los papeles. Por supuesto, el abuelo de Ace y Luffy. ¿Cómo no lo había pensado antes? Se levantó y salió de la habitación apresurado, yendo directamente a mirar el horizonte en busca de dicho barco. No era difícil de encontrar. Estaban perpendicular uno al otro, con cada barco mirando a lados opuestos. Estaban lejos, lo suficiente para ser considerado seguro y no invasivo, pero aún así Shanks podía ver claramente la figura de Garp mirándole fijamente desde el barco.

– ¡Pelirrojo desgraciado, tenemos que hablar! -gritó, su voz retumbando entre ambos barcos-.

La base revolucionaría estaba llena de murmullos. El periodico ese día había sido una sorpresa que nadie esperaba para nada. Una cosa así de grande… a ellos realmente no les afectaba, al menos directamente. En general no interactuaban mucho con piratas, mucho menos de éste calibre. Pero algo así era algo muy grande, y Barbablanca era conocido como un buen hombre hasta entre ellos. Incluso Dragon estaba intrigado. Koala estaba junto a él mirando la noticia con interés y algo de confusión, como estaban la mayoría de miembros en la oficina. Era un paisaje interesante con el que encontrarse nada más levantarse para Sabo. El rubio bostezo un poco mientras entraba a la habitación, caminando con algo de confusión hasta la mesa de Dragon.

– Buenos días… ¿qué pasa? -preguntó mientras miraba alrededor-.

Koala frunció el ceño ligeramente al verlo.

– Buenos días, bella durmiente -le saludó con algo de reprimenda en la voz-. Ha pasado algo con los piratas de Barbablanca.

Dragon le pasó el periodico y el rubio lo cogió. Tenía los ojos un poco pegados aún de sueño, así que leer se le complicaba. Leyó la página por encima en busca de la noticia de la que sus compañeros hablaban. Sus ojos pararon de escanear la página en el apartado de Barbablanca, era imposible no verlo con lo grande que era el título. Sin embargo, sus ojos cargados de sueño le dificultaban leerlo bien. Frunció el ceño, viendo las palabras borrosas.

– Se nota que te acabas de despertar y has venido lo más rápido posible porque te has dado cuenta de lo tarde que era… -murmuró acusadoramente Koala, viendo cómo el rubio intentaba leer el periodico inútilmente-.

– Es una situación extraña, la que describe el periodico -comentó pensante Dragon-. Extraña para el grupo que es, más que nada. Pensar que ha podido ocurrir esto…

Koala miró al azabache mientras éste parecía pensar en lo ocurrido. Los piratas a ellos no es que les importasen específicamente, dependía mucho de la banda que fuera, pero no tenían realmente problemas directos con ellos. Sin embargo, los problemas de piratas tan grandes siempre acababan afectando a todos. Y ese nuevo shichibukai… todo olía mal. Empezar así tu carrera pública como pirata era desde luego único y de mala reputación. Lo más importante de una tripulación siempre es la lealtad, después de todo. La lealtad a tu capitán es crucial.

Finalmente, los ojos de Sabo se enfocaron lo suficiente para poder leer el artículo. Frunció el ceño al leerlo, un extraño sentimiento le invadía el cuerpo. Lo leyó otra vez. Y otra. Y otra. Y otra. Y… Con cada lectura, sus nervios se acentuaban, agarrando el papel con más fuerza. No creía poder estar leyendo bien. No. Era- ¡Era simplemente ridículo! Se sentía enfermo. No sabía por qué. Se sentía sumamente enfermo. Había leído tantas veces el artículo que las palabras le empezaban a dar vueltas. Koala y Dragon le miraban con preocupación y extrañeza, y los de alrededor se habían comenzado a preocupar.

– ¿Sabo-kun? ¿Estás bien? -preguntó algo preocupada Koala, bajo la atenta mirada de Dragon que de forma silenciosa acompañaba su preocupación-.

– Creo- Creo que no estoy leyendo bien… -respondió el rubio, su respiración ligeramente agitada-.

Los demás presentes se miraron entre ellos. tímidamente preguntando a Dragon si leían la noticia en voz alta. El azabache asintió. Uno de los miembros ahí presente leyó la noticia en alto con algo de nerviosismo. El papel se rompió en las manos del rubio. No lo había imaginado, ni leído mal. Sentía que su cabeza pesaba más que un saco lleno de piedras, todo le daba vueltas y el estómago le subía. Portgas D. Ace presuntamente muerto… Quizás no lo decía explícitamente, pero Sabo era bueno leyendo entre líneas, sobre todo con la prensa.

– Sabo-kun, ¿estás bien-? -antes de que Koala pudiera acabar la pregunta, el rubio había empezado a caminar rápidamente fuera de ahí-.

– Me vuelvo a dormir -anunció, saliendo rápido de ahí-.

Entró a su habitación casi corriendo, yendo al baño de éste. Nada más entró, vomitó en el váter. Sentía el cuerpo vacío. Se puso a llorar cuando se quedó con el estómago vacío. Vacío. Porqué- Porqué le estaba pasando esto. No lo entendía. Poco a poco, como una serpiente envolviendo a su presa, un dolor de cabeza enorme empezó a invadirlo. Recuerda vivamente lo que sintió cuando Dragon le recogió, su primera memoria en esa librería incompleta. Se sintió dolorido, perdido, asustado… no era ni por asomo lo que estaba sintiendo en esos momentos.

Intentó respirar calmadamente, apoyando la cabeza contra la pared fría del baño. El contacto frío contra su cabeza ardiente era una sensación que bailaba constantemente entre agradable y no. Tenía tanto sueño… Poco a poco fue cerrando los ojos, lo último que pudo oír fue a Koala entrar agitada a la habitación.

Los Sombrero de Paja no leyeron el periódico, demasiado ocupados intentando que Luffy no se intentara comer al repartidor. Franky había preparado las habitaciones para Izo, Thatch, Haruta y Ace. Tenía preparada para hacer tres camas individuales en el caso de que quisieran dormir en camas separadas y no en una grande. Para la habitación de Ace, no tuvo que hacer mucho. Compartiría la de Luffy, más que nada su cama, porque el azabache insistía que quería hacerlo así porque lo habían hecho desde que eran niños. Lo que sí, Franky le hizo un pequeño baúl para guardar sus cosas. Más que eso, Luffy realmente se pasaba el día fuera y solo usaba su habitación para dormir, así que todos los demás muebles estaban bastante poco utilizados.

Había pasado un tiempo desde esa semana tan extraña, pero aún iban con pies de plomo. De vez en cuando, Luffy tendría esa expresión extraña en su rostro que les preocupaba. Cuando se le preguntaba, muchas veces no respondía, como si no notara a la gente a su alrededor, y cuando respondía, normalmente era algo como: Creo que mi hermano está pensando algo estúpido-no-estúpido. No sabían qué quería decir, como la mitad de las cosas que solía decir, y al final dejaron pasar la explicación para centrarse más en cómo distraerlo.

Gracias a eso, habían obtenido demasiada información sobre los hermanos.

De vez en cuando, Garp llamaría y se uniría a él. No sabían, no tenían absolutamente ninguna idea de qué le había dado al anciano con llamar tanto a su nieto, pero entretenía a Luffy, por lo que realmente no pensaron demasiado en ello.

Garp se había ido hacía bastante de Water 7, ellos habían vuelto poco después porque Luffy decía que tenía la sensación de que tenían que hacerlo, y desde entonces se habían quedado ahí. La gente estaba extrañada por qué tanto tiempo se estaban quedando, pero no se quejaron, contentos con su presencia. De hecho, cuando iban a la isla todos les saludaban y les rebajaban los precios a la hora de comprar (algo de lo que Nami se aprovechaba demasiado, cogiendo más de una vez las cosas gratis [cosa la cual se le tuvo que poner freno porque iba a arruinar la economía del lugar]).

Luffy estaba empezando a impacientarse, era notorio, pero se estaba muriendo de ganas de ver a su hermano también, por lo que se callaba y quedaba en el sitio.

Finalmente, vieron un pequeño bote en el horizonte, sin bandera. Eso hizo saltar al azabache de su lugar, claramente pensando que era Ace el del bote, enganchando sus brazos ahí antes de que nadie pudiera pararle y se disparara gritando el nombre de su hermano tan alto, que nadie dudaba que lo había escuchado hasta Gol D. Roger.

Su tripulación miró incapaz de hacer nada, cuando oyeron algo detrás suyo que los sorprendió.

– Ey, cuanto tiempo… ¿Y mi hermano? -preguntó detrás suyo Ace, acompañado de tres personas más, con un aspecto… cuestionablemente sano-.

La tripulación de Luffy miró entre él y el bote donde estaba su capitán sorprendidos. En cinco minutos, Nami estaba al borde del barco gritando a Luffy, Zoro se tiró a por él, capaz de ahogarse por el entusiasmo de nuevo, Sanji encendió un cigarro mientras negaba con la cabeza. Chopper miraba con nerviosismo entre la escena de Nami, y Ace, escondiéndose detrás de la pierna del rubio por vergüenza y preocupación de los invitados. Robin reía ligeramente, mientras que Franky decidió ir a animar a Zoro después de una rápida presentación a Ace.

– Yohohoho, buenos días, señores. Soy Brook, el músico. Es un placer conocer por fin al hermano de mi capitán y a su tripulación -se presentó el esqueleto, dando una pequeña reverencia mientras se quitaba el sombrero-.

Ace parpadeó ante la educación. Podía creerse un esqueleto viviente viniendo de Luffy, pero alguien tan educado… Cuando el pecoso asintió, para después musitar un pequeño “encantado,” se giró a Izo con la misma educación, llamando la atención de los presentes. Haruta, Izo y Thatch miraban con horror al esqueleto, claramente sorprendidos.

– Buenos días señorita, ¿podría enseñarme las bragas? -ah, ahí estaba-.

Izo, claramente, le pateó.

– ¿¡Qué clase de modales són esos!? -gritó ofendido el azabache-.

A lo que Haruta y Thatch se unieron.

– ¡No le digas esas cosas a mi hermano! -exclamó con indignación Hatura-.

– ¡Pervertido! -gritó Thatch, uniéndose-.

Ace solo miró con cansancio la pelea, demasiado cansado para hacer nada más. Sanji le observaba, mientras que Chopper miraba la pelea desde detrás de la pierna del cocinero.

– Tú eres el cocinero, ¿no, Thacth? -preguntó el rubio, haciendo que la pelea parara, el mencionado le miró por unos segundos hasta que finalmente se reincorporó del suelo y salió de encima de Brook para saludar a Sanji-.

– Sí, perdón. Es un placer, ¿Sanji, verdad? -el contrario asintió mientras le daba la mano y el rubio se la sacudió-.

– ¿Quieres ayudarme con la comida? Chopper ayudará también -el pequeño reno le miró ofendido por decidir por él, mientras Thacth asentía-.

– ¡Claro, será un placer! Enséñame dónde está la cocina y podemos empezar cuando quieras -dijo alegremente el castaño-.

– ¡Oye, Thacth, ¿dónde está eso de vengar el nombre de tu hermano?! -le gritó ofendido Izo, a lo que el mencionado se encogió de hombros antes de desaparecer detrás de la puerta, Haruta le sacó la lengua-.

Ace volvió a suspirar, sorprendiéndose cuando dos brazos muy largos le agarraron de los hombros. Todos estaban gritando cosas que no lograba comprender, pero un grito se alzó por encima de todos.

– ¡Ace!

En pocos segundos, tenía a su hermano abrazándose a él como un koala y casi ahogándole. Sus piernas estaban agarradas en su cuello, mientras que todo él abrazaba su cabeza. Con cuidado, Ace alzó una mano y empezó a golpearle suavemente la espalda.

– Hola Luffy, ¿qué tal? -preguntó calmadamente, a lo que el azabache empezó a contar todo lo que podía en el menor tiempo posible-.

Mientras, atrás de ellos, Zoro y Nami miraban con preocupación el intercambio. Ace estaba… más calmado que como recordaban. Aunque, a juzgar por sus hombros caídos, era más cansancio que otra cosa.

Después de cenar, bien entrada la noche, Ace y Luffy se acostaron juntos en el dormitorio del menor. Luffy estaba muy entusiasmado con la idea de una fiesta de pijamas, pero Ace logró convencerlo diciendo que era muy tarde y tenía mucho sueño. Con la promesa de hacerla otro día, Luffy cedió. Su habitación era como se esperaría de Luffy. De madera, como todo el barco, con las paredes pintadas de rojo, la cama a mitad de la pared de fondo, algo baja y de madera, con las mesitas de noche a cada lado de la cama. A la derecha había un armario al que se podía entrar, ordenado claramente por otra persona. Al lado de la entrada de dicho armario había un cofre que Ace no tenía ni idea de para qué funcionaba. A la izquierda había una pequeña ventana, debajo de ella un escritorio vacío y prácticamente nuevo, con una librería medio vacía al lado. Era acogedor y claramente Luffy en cada pequeño detalle, entre la escasez de libros y las pocas prendas de vestir tiradas por el suelo.

Mientras Luffy hablaba con alguien antes de irse a dormir, Ace aprovechó para cambiarse al pijama, inspeccionando la habitación a detalle. Si bien la librería no tenía ningún libro, sí que tenía pequeñas figuras y algunas fotos. Una por cada isla. El escritorio estaba ligeramente manchado de pintura, pero a parte de eso y la pequeña pila de dibujos abstractos, estaba nuevo. Luffy seguramente se cansó de dibujar sentado y pasó al suelo, por lo que se veía. Las mesitas de noche tenían una pequeña lamparita cada una, ya encendidas para iluminar la habitación.

Era muy diferente a su habitación devuelta a su barco, y era muy diferente a la habitación que compartían en su isla natal. Pero era hogareño. A Ace le gustaba. Se sentía cómodo.

Oyó de fondo el sonido de Luffy corriendo a la habitación, ya esperando su entrada sorpresa a la habitación. En un momento, había abierto la puerta de pronto con una gran sonrisa. En sus manos había una carta, y en su hombro una gaviota. Ace le miró con sorpresa, acercándose a él.

– ¡Ace, Ace, Deuce ha enviado una carta! -anunció animado, cerrando la puerta con fuerza, quizás demasiada-. ¿Puedo leerla? ¡Leemela!

A Ace le alegraba que Luffy le hubiera caído tan bien su novio. Rió, acercándose para ver la carta. No se sabía cómo funcionaba, pero los animales podían intuir automáticamente dónde estaba la persona dueña de una vivre card e ir directamente a donde estuviera. Por lo que ambas gaviotas tenían un trozo de la vivre card de Ace y otra de la de Deuce.

– Déjame leerla primero y después te la leo -dijo divertido Ace, agarrando la carta entre sus manos-. ¿Tienes papel y tinta? Quiero escribirle de vuelta.

Luffy asintió con fervor, parando cuando se dio cuenta que no, él en la habitación no tenía.

– ¡Voy a pedirle a Robin! -exclamó con determinación-.

– ¡No la despiertes! -llamó Ace, pero dudaba que Luffy le escuchara-.

Suspiró. Le gustaba mucho esto. Muchísimo. Se sentía en paz estando de nuevo con su hermano.

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